José
Francisco Luz Gómez de Travecedo
Mi
más cordial enhorabuena a los escoceses. También a los europeos y a los
españoles en particular.
Ayer
en Escocia triunfó la razón. Ganó Europa y sobre todo, venció el hombre
europeo.
El
hombre dando cara a tanta organización que, so pretexto de defender sus
intereses, busca el dominio prepotente. Tienen la gran coartada: la nación lo quiere. Antes fue el Dios lo quiere. Da igual, pamemas,
milongas para embaucar, engañar, estafar al incauto que va de tonto útil
por la vida. Me viene ahora el recuerdo de tanto y tanto hijo de la patria (ya
saben: el solar patrio y demás monsergas) muerto en los campos de batalla
mientras sus mariscales disfrutaban de todo tipo de comodidades atrás, en la
retaguardia. Que me corrijan las
estadísticas sobre el tanto por ciento de bajas en los Estados Mayores frente a
las bajas en el frente. Sin embargo, el fausto, la pomposidad de las
condecoraciones máximas quedaba reservado para la jerarquía militar. La Gran
Cruz Laureada de San Fernando para los oficiales generales para los demás, la
Cruz Laureada. Para del Bosque, el titulo, para los que sudaron la camiseta,
las gracias. Por cierto: si del Bosque en su calidad de entrenador fue causa de
la victoria y de ahí su premio, digo yo, ahora será causa de la derrota y, por
tanto, deberá pagar una prenda devolviendo el marquesado. ¿No? Ya debería
haberlo hecho, pero, ya ven, ni dimitir… ¡Y encima es hereditario! Los chinos,
mucho mas sabios, hacían nobles a sus antecesores y tantos como méritos tuviera
el premiado. Así los había que ennoblecían a sus padres, otros a padres y
abuelos y así progresivamente.
Los
nacionalistas no quieren pueblo, en tanto que reunión de ciudadanos con
criterio personal a los que solo mueve la razón, quieren, y propician (de ahí
la apetencia por la Educación) el grumo, el agregado informe de seres humanos
presto, todos a una, a obedecer las
consignas recibidas. Si se me permite un símil culinario, el pueblo sería el arroz al dente, mientras la nación, el arroz pasado y amazacotado, una pasta.
El tiers état, el tercer estado del antiguo
régimen, la burguesía, no cesa y más que correr, vuela. Sabe que tiene los días
contados porque el proceso de individuación es imparable. Sabe que ayer en los
seminarios se aglomeraban los seminaristas y sabe que hoy están vacíos. Ya las
prédicas, también las nacionalistas, no sirven, no mueven. La gente esta cada día más con la ciencia, que
es la vida y cada día menos con la mística, que es la muerte (como decía
Unamuno).
¿Pero
es posible que alguien pueda creer aún que la felicidad que nos cabe
experimentar en esta vida radique en la realización colectiva?
Me
realizo, me hago, como español y soy feliz. Y pregunto: ¿qué es ser español,
quien me lo dice? Desde luego, el primer nacionalista de turno. Y yo voy y me
lo creo y si me señala un objetivo a alcanzar yo me dispongo a la tarea. Y
soy feliz aunque me cueste la vida. ¡Venga
ya!
La
única realización capaz de traer equilibrio y paz es la que viene a
satisfacer nuestras propias ansías, las que solo cada cual experimenta como
tales. Para ello se precisa educación, que no adoctrinamiento, en los valores
de la autoafirmación, de la autonomía y de la propia valía. Educación en un
mundo libre donde cada cual pueda manifestar sus ideas sin miedo al sopapo y
solo atento a no traspasar la línea roja de los derechos ajenos.
Precisamente,
lo que aporta el Estado racional, el Estado surgido de la Inglaterra del 1688 y
de la Francia revolucionaria, la Francia de la izquierda, de 1798.
Reitero,
por último, mi enhorabuena a Escocia, a Europa y a España.
Poco a poco la cordura se abre paso. Vamos en pos de la Europa de los ciudadanos.
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