Jose
Francisco Luz Gómez de Travecedo
La
conformación del Estado no es indiferente a nuestros intereses, en absoluto. La
evolución desde la condición de súbdito a
la de ciudadano ha costado ríos de sangre, pero todo puede perderse. La
experiencia muestra que todo aquello que supone orden racional exige esfuerzo y
control. El desinterés y la abulia pueden dar al traste en un instante con lo
que costó siglos construir. Son legión los detractores del Estado de derechos
individuales que es como decir del Estado de los ciudadanos. Detractores que no
ceden en su labor de menoscabar los derechos fundamentales del hombre en
cuanto tienen ocasión. Detractores que, so pretexto de implantar los derechos
sociales, no dudan en quebrantar los derechos ciudadanos. Por ejemplo, el
derecho a la propiedad.
Veamos
que dicen diversos textos acerca de la propiedad privada.
En
la declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano de 1789, leemos:
Artículo
17
"Por
ser la propiedad un derecho inviolable y sagrado, nadie puede ser privado de
ella, salvo cuando la necesidad publica, legalmente comprobada, lo exija de
modo evidente y con la condición de que haya una justa y previa indemnización".
Tras su lectura es crucial retener en la memoria el carácter natural, inherente al
hombre, del derecho de propiedad y su cualidad de ilimitado. Lo primero implica
que el derecho no fue otorgado, concedido, por acuerdo de todos –en
consecuencia no puede ser negado ni aun por acuerdo de todos- y lo segundo, que
salvo por singulares y comprobadas legalmente razones sociales, en absoluto por
razones arbitrarias, el derecho es de carácter irrestricto, carece de
limitación. Repárese en que, aún en estos casos, la propiedad no es menguada
total o parcialmente sino permutada por otra u otras en un acto de compensación
justa y previa.
El
artículo puede completarse con este otro:
Artículo
2
"La
finalidad de cualquier asociación política es la protección de los derechos
naturales e imprescriptibles del hombre. Tales derechos son la libertad, la
propiedad, la seguridad y la resistencia a la opresión".
Es
decir, los poderes públicos se constituyen para defender estos derechos
naturales e imprescriptibles.
Pero
veamos que dice la Declaración de los Derechos del Hombre de 10 de diciembre de
1948:
Artículo
17
1.-
Toda persona tiene derecho a la propiedad, individual y colectivamente.
2.-
nadie será privado arbitrariamente de su propiedad.
Una
vez más, el rechazo de la arbitrariedad y el tono tajante de su definición.
En
la Constitución española del 78 se dice:
Artículo
33
1.-
Se reconoce el derecho a la propiedad privada y a la herencia.
2.-
La función social de estos derechos delimitará su contenido, de acuerdo con las
leyes.
3.-
nadie podrá ser privado de sus bienes y derechos sino por causa justificada de
utilidad publica o interés social mediante la correspondiente indemnización y
de conformidad con lo dispuesto por la leyes.
Artículo
que pone en guardia. Artículo que impone límites a la propiedad y a los
derechos naturales del hombre. Eso sí, con arreglo a leyes y con indemnización.
Constitución socialista que antepone los derechos sociales a los del ciudadano.
Derechos sociales que no define, que no limita por tanto, y que deja al
arbitrio de los políticos en su loca carrera hacia el triunfo electoral.
Tampoco exige que la indemnización sea justa y previa. Una constitución que
considera, por lo que hace al derecho de propiedad, un derecho concedido por
acuerdo, un derecho estatutario y no, un derecho natural e imprescriptible.
Yo
me pregunto: ¿para un Estado así constituido, para el que los derechos son
sometidos al interés social, somos personas? Es decir: ¿en cuanto hombres,
nacemos con derechos, somos personas, o, por el contrario, somos solo
ciudadanos a los que la sociedad, el cuerpo social, indulgente, otorga derechos
por gracia?
A
juzgar por la redacción, lo segundo. ¿Quién puede ya asegurar que la libertad,
la seguridad y la resistencia a la opresión no estén limitados por su función
social?
Anteponer
el grumo social, lo social, a los individuos es tan peligroso como anteponer
las entelequias a la realidad.
Lo
social carece de entidad propia, es ente de razón y, por tanto, dependiente de
quien lo crea. Carece de sentidos, de corazón y de razón. Alguien debe
prestárselos, alguien debe de pensar, hablar y ejecutar por ello. ¿Quién? El
grupo de presión de cada momento que margina al individuo hasta negarle, como
vemos, su condición de persona, sus derechos, cuando estos no sirven al interés
del grupo dominante.
De
nuevo, ese redomado pillo que es el ser humono,
integrante con los grandes simios de la familia homínidos, ha encontrado un
modo de burlar el interés general. La verdad es que queda bien: lo despojamos
de sus derechos por el bien de todos... Fantástico, pero no deja de ser un
despojo, un expolio, una vileza, un acto de lesa humanidad.
Por
tanto: a nadie ha de sorprender la alegría con la que nuestros políticos meten
su mano es nuestros bolsillos una y otra vez. Es por acción social dirán, su coartada. ¡Caramba, caramba! Yo pensaba que los hombres idearon el Estado de derechos para
prosperar de modo particular y a discreción... Me equivocaba, para algunos, los hombres se
uncieron al carro de lo común para tirar de él en la dirección que otros
determinan y, ¡ay de ti si te niegas!, porque el zurriago te espera. Que lo
diga, si no, Thoreau que fue encarcelado por negarse a pagar los
impuestos destinados a costear la guerra contra México. Fue encarcelado una
sola noche, pero porque otro pagó por él.
Los
derechos o son absolutos o no lo son. Solo cabe su menoscabo en la medida en
que los ciudadanos convengan en razón de los beneficios recibidos a cambio.
Bien entendido que por propia voluntad, motu proprio, y con carácter temporal;
asimismo, bien entendido que respetando la máxima de Thoreau: “Cualquier hombre
que tenga más razón que sus prójimos ya constituye una mayoría de uno”.
No
poner por artículo constitucional un
tope definitivo al IRPF, al esfuerzo fiscal, como sucede en el Estado español,
supone en la practica la negación del derecho de propiedad. El Estado
pertrechado de razones de benevolencia incomprensible y sectaria se cree con
derecho total sobre nosotros y empuja y empuja y nos lleva a la quiebra. Como
antaño, por razones patrióticas, igualmente incomprensibles y sectarias, nos
llevaba a la trinchera y de allí a la muerte. Sin duda, se creía dueño de
nuestras vidas como hoy se considera dueño de nuestra faltriquera.
Somos
muchos los que estamos hartos de la defraudación del Estado, de cómo éste gasta
nuestro dinero sin dar explicaciones convincentes y eludiendo presentar a los
contribuyentes la oportuna declaración de sus ingresos y gastos –me apresuro a
declarar que los presupuestos son solo papel mojado, no me sirven- debidamente
fundados y, por supuesto, devolviendo a los contribuyentes los gastos no
justificados. Es un proceso paralelo al
de la declaración de los ciudadanos pero en sentido inverso.
Creo
que en el fondo subyace el apetito simiesco de todo grupo en el poder por
imponer su credo, pero también creo que se han perdido, astutamente, de vista
los principios que motivan la vida en común, en estado civil: la defensa frente
a los violentos de los derechos del hombre en tanto que persona, entre otros el
derecho de propiedad.
Propiedad
privada no es aquello que un hombre toma, arrebata, a a los demás. Propiedad privada
es aquello que un hombre crea con su esfuerzo y sudor. Aquello que un hombre
moldea a golpe de ilusión y tenacidad. Aquello que generó con privaciones en la
esperanza de donarlo a sus hijos o utilizarlo en su vejez. Por tanto,
quitárselo por ordeno y mando, de modo arbitrario, es como despojarle de una
parte de si, de sus mejores años y deseos. Es despreciarlo y subyugarlo.
Es en rigor un atentado de lesa humanidad.
No
carece de gracia que a estas practicas tributarias se apunten los
marxistas (y, con ellos, todos los
demás). Aquellos que se indignaban al leer la afirmación de Ricardo (Teoría
Laboral del Valor): “El valor en cambio de un producto consiste en el esfuerzo
invertido en su elaboración”. Es decir, el patrón, al percibir las plusvalías,
le robaba al trabajador el fruto de su trabajo, su sudor y su sangre. Afirmación que indujo a Thomas Hodgskin a
escribir El Trabajo Defendido contra las Pretensiones del Capital. Obra que influyó
en el incipiente socialismo de su tiempo y, sin duda en Karl Marx.
La
deriva hacia lo social de cualquier formación política acabara con los derechos
humanos. Hasta tal punto es esto cierto que si instáramos a sus dirigentes a
que optaran entre derechos humanos y sociales contestarían que lo harían por
los segundos. Esta afirmación permite pensar que en cuanto pudieran nos
llevarían de nuevo a la granja de Orwell. Granja igualitaria, sí, pero donde
unos son más iguales que otros. Así las cosas, dos proposiciones son dignas de ser tenidas siempre en cuenta:
.- En política, como en todo, el fin no justifica los medios. en expresión feliz de A. Camus, en política son los medios los que justifican los fines.
.- En democracia para evitar su degeneración en oclocracia, los derechos humanos son el último baluarte del ciudadano. Sin su respeto a ultranza el hombre está perdido.
.- En política, como en todo, el fin no justifica los medios. en expresión feliz de A. Camus, en política son los medios los que justifican los fines.
.- En democracia para evitar su degeneración en oclocracia, los derechos humanos son el último baluarte del ciudadano. Sin su respeto a ultranza el hombre está perdido.
Apelo
pues a la reflexión acerca del modelo estatal. Para ello es preciso contestar a
esta pregunta: ¿ha de ser el Estado para el hombre o éste para el Estado? Bien
entendido que, de ser esto último, el hombre-tesela
en el gran mosaico del Estado, deberá prestarse a ser manipulado y
ubicado allí donde los dirigentes decidan por él.
PERFECTO
ResponderEliminarCHUSÉ
Gracias Chusé. Supongo que el escrito, que he rectificado en algún punto, será farragoso, tedioso, pero o hacemos reflexión política o los políticos nos llevan al huerto. Todos emitimos juicios con enorme facilidad, pero ignoran que estos, para ser legítimos, deben brotar de la consideración sosegada de los temas. Es necesario andar recogidos por los claustros de la meditación y dejar, siquiera sea por un momento, el mundo y su bullicio aturdidor. Un abrazo.
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