José Francisco Luz Gómez de Travecedo
Los
historiógrafos nos hablan de la Edad Moderna que precede a la Edad
Contemporánea. Edades en absoluto transitadas por el grueso de la humanidad que
se rezaga y aún no ha traspasado el umbral de la Moderna. Quiero decir que el Homo
sapiens de Linneo es una rara avis entre tanto Homo sentiens de
Ferrarotti, entre tanto Homo videns de Sartori. Vale decir que impera el
pensamiento mágico, medieval, dado a la superstición. El pensamiento que idea
quimeras, fábula y teje leyendas. Un pensamiento
de principios y fines, de causas eficientes y finales que nada sabe de
incertidumbres. Para él todo es claro, palmario, evidente. ¿Cómo, pues,
tolerará la disidencia? Es pensamiento intolerante, implacable con el
contestatario recalcitrante al que no dudaría en mandar a la hoguera o, cuando
menos, al ostracismo. Este modo de pensar, al igual que una marca de moda, deja
su huella en todo, pero, sobre todo, en la arquitectura (organización)
socioeconómica. Es el pensamiento que alumbra el mito de la nación entendida
como una deidad que requiere una casta sacerdotal, unos rituales y, por
supuesto, unos mandamientos. Frente a él, el pensamiento científico, moderno:
el del Homo sapiens. Cada uno tiene su lenguaje. Mientras el de este es
conciso, carece de retóricas y apunta a la razón, el de aquel es pomposo, vano, apunta al sentimiento y
cuando político sirve al propósito de calentar los ánimos siendo propio de los
demagogos. Es un lenguaje excluyente del otro, apto para xenófobos y contrario
a toda cooperación. Aborta todo intento de convivencia sobre bases racionales e
impide por completo el progreso. Es el lenguaje propio de sociedades cerradas,
anquilosadas, solo aceptables por seres alienados y la casta que los pastorea.
Cada vez que oigo hablar a un especialista en derecho foral, de esta o aquella
autonomía, me echo a temblar. Es un lenguaje arcaico e incompresible para los
hombres modernos. Hombres preocupados por su identidad personal y su lebensraum
(espacio vital) ; en absoluto, por tal o cual patria, por tal o cual
entidad histórica. Hombres que no entienden de derecho foral porque no aceptan
discriminaciones, bulas ni derechos de pernada, Hombres dispuestos a colaborar
porque en la ayuda mutua radica el interés personal. Hombres hoy europeos, mañana
terrícolas.
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