viernes, 6 de febrero de 2015

COBARDÍA



José Francisco Luz Gómez de Travecedo.

La situación del país me tiene sumamente despierto y diligente. ¡Cómo para dejar de denunciar!
Si pudiera me echaría al monte. Dicen que los jóvenes son pirómamos y los mayores bomberos... Pues yo debo de tener 18 años o así.
Lo de la costra política nacional crispa hasta la conducta violenta. Lo de la costra política catalana , una camarilla de burgueses dispuestos, por razones arbitrarias, a despojar de sus derechos a los demás, es, sencillamente, inadmisible. Oigo y oigo, pero a nadie decir que esta costra, que es la misma que otrora dejó varado a Aragón en la historia, busca conculcar derechos humanos recogidos en la Declaración de Derechos Humanos de diciembre de 1948.
Veamos, cito de memoria,:
Artículo 15: A nadie por razones arbitrarias se le despojará de su nacionalidad.
Artículo 9: Nadie por razones arbitrarias será desterrado de su país.
Artículo 17: A nadie se le arrebatará la propiedad privada, y, desde luego, los derechos humanos son de propiedad privada, no son otorgados.
Bien. A Rajoy, de actitud cobarde si es que tiene principios y cayó en lo que digo (aunque lo dudo dada la necedad de la costra política), le hubiera sido muy fácil llevar este tema al foro de las Naciones Unidas y poner sobre el tapete lo que se esta cocinando en Cataluña: un expolio de derechos humanos.
De lograrlo, no se dude, habría en Cataluña dos tipos de ciudadanos: los de casa y los otros: los Pérez, Gómez, Sánchez y demás. Ambos libertos, sí, pero en absoluto iguales en derechos y posibilidades. En definitiva: una vuelta a la Roma republicana de patricios y plebeyos.
Bueno, no es de extrañar porque de eso se trata: de volver atrás.
De todo esto algo me consuela saber: que el Valle de Arán quiere ser aragonés y español. Fue segregado de Aragón por la Generalitat a la muerte de Martín el Humano . Como siempre esta costra aprovechó los vacíos de poder para perpetrar sus fechorías.
Ha sido siempre así: ya en 1641 Pau Clarís, durante la Guerra de los Treinta Años,  en pleno desconcierto propio de todo país en armas, arrimó el ascua a su sardina y declaró la independencia catalana. Duro una semana antes de entregar el Principado a Luis XIII de Francia que la poseyó hasta 1652 (leen bien, Cataluña francesa durante 11 años). Periodo en el que tuvieron ocasión de saber como se las gastaba el absolutismo gabacho. Siguieron luego hasta tres intentos más. Todos fallidos, pero siempre llevados a cabo en momentos difíciles para el gobierno del reino. Ahora van a por el quinto: saben que nadie defiende al Estado porque nadie cree en el Estado y porque hay cobardía hasta decir basta.