José
Francisco Luz Gómez de Travecedo.
La
situación del país me tiene sumamente despierto y diligente. ¡Cómo para dejar
de denunciar!
Si
pudiera me echaría al monte. Dicen que los jóvenes son pirómamos y los mayores
bomberos... Pues yo debo de tener 18 años o así.
Lo
de la costra política nacional crispa hasta la conducta violenta. Lo de la
costra política catalana , una camarilla de burgueses dispuestos, por razones
arbitrarias, a despojar de sus derechos a los demás, es, sencillamente, inadmisible.
Oigo y oigo, pero a nadie decir que esta costra, que es la misma que otrora
dejó varado a Aragón en la historia, busca conculcar derechos humanos recogidos
en la Declaración de Derechos Humanos de diciembre de 1948.
Veamos,
cito de memoria,:
Artículo
15: A nadie por razones arbitrarias se le
despojará de su nacionalidad.
Artículo
9: Nadie por razones arbitrarias será
desterrado de su país.
Artículo
17: A nadie se le arrebatará la propiedad
privada, y, desde luego, los derechos humanos son de propiedad privada, no
son otorgados.
Bien.
A Rajoy, de actitud cobarde si es que tiene principios y cayó en lo que
digo (aunque lo dudo dada la necedad de la costra política), le
hubiera sido muy fácil llevar este tema al foro de las Naciones Unidas y poner
sobre el tapete lo que se esta cocinando en Cataluña: un expolio de derechos
humanos.
De
lograrlo, no se dude, habría en Cataluña dos tipos de ciudadanos: los de casa y
los otros: los Pérez, Gómez, Sánchez y demás. Ambos libertos, sí, pero en absoluto
iguales en derechos y posibilidades. En definitiva: una vuelta a la Roma
republicana de patricios y plebeyos.
Bueno,
no es de extrañar porque de eso se trata: de volver atrás.
De
todo esto algo me consuela saber: que el Valle de Arán quiere ser aragonés y español. Fue
segregado de Aragón por la Generalitat a la muerte de Martín el Humano . Como
siempre esta costra aprovechó los vacíos de poder para perpetrar sus fechorías.
Ha
sido siempre así: ya en 1641 Pau Clarís, durante la Guerra de los Treinta
Años, en pleno desconcierto propio de
todo país en armas, arrimó el ascua a su sardina y declaró la independencia
catalana. Duro una semana antes de entregar el Principado a Luis XIII de
Francia que la poseyó hasta 1652 (leen bien, Cataluña francesa durante 11 años). Periodo en el que tuvieron ocasión de saber
como se las gastaba el absolutismo gabacho. Siguieron luego hasta tres intentos
más. Todos fallidos, pero siempre llevados a cabo en momentos difíciles para el
gobierno del reino. Ahora van a por el quinto: saben que nadie defiende al Estado porque nadie cree en el Estado y porque hay cobardía hasta decir basta.