José Francisco
Luz Gómez de Travecedo.
Hasta ahora en lo referente al propósito catalán he venido escribiendo en tono muy moderado. He intentado hacer ver lo
repugnante que resultaba a la inteligencia tal propósito y más cuando se
quiere hacer creer que es profundamente democrático. Repugnante porque tal
pretensión, que se lleva por delante a los derechos humanos, proviene de una
oligarquía burguesa más o menos arropada por un sector del pueblo llano que
cree ver en ello una cizalla que rompa las cadenas de una existencia gris y sin
horizonte. ¡Qué paradoja! Para sentirse libre enchiquerarse, rodearse de
fronteras...
Repugnante además porque se exige que tal
maniobra sea considerada democrática. Ni lo es por el grupo que ha tomado la
iniciativa: la alta burguesía, ni por el mismo concepto democrático que será
para siempre respeto al interés general sin más límite que los derechos
fundamentales del hombre, como hemos venido señalando.
Los derechos humanos son, asimismo para
siempre, las líneas rojas que nunca, jamás, deben ser traspasadas. No hacerlo
así es aceptar la ley del más fuerte, la vuelta a la caverna.
Llegados a este punto, hay quienes
sustituyendo esa realidad que es el hombre y sus derechos por esa entelequia
que es el grupo nacional, hablan también de los derechos de las naciones y de
sus líneas rojas. No vale.
La política será siempre un servicio
ciudadano. Un servicio para el ciudadano; en absoluto, por el ciudadano.
Exactamente, lo contrario de lo que se ha venido practicando en España con el
resultado de una absoluta marginación de la sociedad civil y un excesivo
protagonismo de la clase política que permeándolo todo ha ocasionado bloqueo de
las iniciativas públicas y corrupción. La política, pues, debe ser un denodado
y mantenido empeño por asegurar al hombre su derecho a decidir por si mismo o
no será otra cosa que imposición de unos sobre otros.
Cuando el político hace referencia al
pueblo se permite el lujo de hablar en su nombre porque, como tal ente de
razón, carece de voz y voluntad. Hacen del pueblo un dios y, como los
sacerdotes antaño, hablan interesadamente por su boca.
Ante esta farsa, ante esta manipulación de
las voluntades, ante este intento de quebrantar derechos humanos intangibles
(ya hablamos del ataque directo a los derechos de nacionalidad y contra el
destierro, entre otros), uno se alza indignado y grita: ¡basta ya!
Pretensiones de este tipo llevaron a
dividir a la población alemana hasta el punto de considerar a judíos y gitanos
perros paisanos indignos de derecho alguno. Recordemos: leyes de Núremberg de
15 de septiembre de 1935 del ministro Wilhhelm Frick.
No se puede contemporizar con este tipo de
conductas salvajes que atentan contra el hombre y sus derechos básicos. El
gobierno del Estado debe reaccionar con firmeza o se hará colaborador de un
delito de lesa humanidad. También de un delito de leso Estado o de lesa
soberanía porque se posterga al soberano, al pueblo soberano, a la hora de
tomar decisiones respecto de asuntos que son de soberanía popular. El gobierno
que así procede ha usurpado el poder soberano y se comporta de modo tiránico.
Aparta al pueblo y decide por él incurriendo en delito de lesa majestad. El
contrato social salta por los aires.
Todo esto parece mera filosofía pero
olvidar la reflexión teórica a la hora de tomar decisiones es navegar sin
brújula y aún sin cuaderno de bitácora. A partir de ese momento solo cabe
esperar encallar por calado insuficiente o la rotura del casco contra los
arrecifes.
Tal vez alguno creerá ver en mi a un
español. En absoluto, me considero luzlandés y ciudadano europeo en la
esperanza de que algún día mis descendientes sean considerados ciudadanos del
mundo.
Ciudadanos libres de pensar cuanto quieran
sin más traba que el sometimiento a la razón y al respeto a los demás.
Imaginen que han tomado el TGV Barcelona-París. Se sienten felices. Verán París. Tantos años de ilusión… Subitamente, un grupo en el vagón arguyendo razones democráticas decide que este debe ser desenganchado y estacionado en línea muerta dando al traste con las esperanzas de todos los demás.Por razones arbitarias. ¿Es esto razonable, es esto aceptable?
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