martes, 18 de noviembre de 2014

IN DUBIO PRO REO


José Francisco Luz Gómez de Travecedo.

Creo que estamos equivocados respecto de la presunción de inocencia, otro modo de decir in dubio pro reo.
Es esta una asunción válida en el ámbito de la justicia. También el onus probandi o carga de la prueba y el principio de legalidad. Son estos como axiomas o puntos de partida para la confección del teorema judicial. Siendo de asunción general aseguran la misma justicia para todos. Tan importante es esto para la justicia toda, de aquí y de allá, que la presunción de inocencia es un derecho humano más en la Declaración de Derechos Humanos de diciembre de 1948, pero, como digo, no nos equivoquemos y, astutamente, recurramos a este principio como excusa, en el plano político y otros, para soslayar cualquier conato de control de los individuos. Se diría que del in dubio pro reo se pretende deducir la natural bondad del ser humano o, dicho a la andaluza, el to er mundo e güeno. En absoluto. Fuera del ámbito judicial mejor marchan las cosas si aceptamos que mientras no se demuestre lo contrario todo ser humono bajo sospecha es culpable. No lo digo yo. Lo dice Hobbes para el que el hombre es lobo para el hombre y solo la guerra media entre los hombres. No aceptar esto es renegar de la condición animal del ser humono y andar sorprendido de tanta brutaliad en los humonos. No aceptar esto es hablar de los actos humonos, de la humanidad, como expresiones de la benevolencia humona, del buen salvaje de Rousseau.
Me pregunto que son para las personas que así piensan, las bellas almas de Nietzsche, individuos como Hitler, Moussolini, Stalin y otros. ¿Enfermos? ¿Degenerados?
En absoluto. Carabinas, como tu y como yo, que apuntaron y dispararon en la dirección equivocada.
Llegados  a este punto quiero hacer ver que tales fieras pudieron hacer su mortífera tarea gracias a la cadena del mal, en el concepto de Anna Arendt. Esta cadena jerárquica es imprescindible por dos razones:
Una. Porque pone distancia entre el inductor del crimen y la víctima e interpone esos eslabones que son los sicarios. El mecanismo de inhibición natural, la yugular presentada por la victima, es imposible pues y bel crimen se produce. Naturalmente, por lo expuesto, a medida que se avanza en la cadena los eslabones son más y más sádicos al ser menos sensibles a tal mecanismo de inhibición. No es lo mismo mandar sacar los ojos que sacarlos. Sin duda, los oficiales de las SS que daban el tiro de gracia en las fosas de ejecución eran mucho peores que sus mandos superiores. Posiblemente, auténticos psicópatas a sueldo.
Dos. Porque proporciona la coartada moral que se precisa para cometer tales actos de lesa humanidad. Adolf Eichmann no mataba, no asesinada, simplemente cumplía órdenes. La consideración ética del hecho era indiferente, el mal era algo sin importancia, banal.  Era un probo oficial al servicio de sus superiores. Como se consideraba Klaus Barbie, el carnicero de Lyon, y tantos otros. Por cierto, magnífica labor del matrimonio Klarsfeld, los cazanazis, que gracias al escrache lograron sus magníficos resultados. Sin esta técnica, que originó protestas internacionales, asesinos como Kurt Lishka y otros no hubieran sido detenidos, juzgados y condenados.
Quiero, por último, hacer ver que el animal humono requiere estrictos controles y más si anda próximo a la caja de caudales y aún más si estos son públicos que es tanto como decir de nadie; en expresión, en absoluto afortunada, de aquella ministra socialista, tiene guasa, de nombre Carmen Calvo Poyato cuya aportación vino a completar la filosofía política de insignes pensadores como Hobbes, Locke y Montesquieu: el dinero público no es de nadie. ¡Joder, joder! Por algo fue ministra de cultura.


No hay comentarios:

Publicar un comentario