José Francisco Luz Gómez de Travecedo.
Me restriego la cara, me froto los ojos y me pellizco las orejas. Intento despertar porque, sin duda, aún duermo, aún no me he despertado del todo. Así me explico lo que leo: que el resultado de la votación del día 9N ha sido un éxito. ¡Un éxito!
Veamos los resultados: en números
redondos, aceptando la pulcritud del procedimiento, votaron 2,3 millones. De
ellos, un 80% se pronunciaron a favor de la independencia. O sea, 1,8 millones
de votos. Es decir, un 25% del censo electoral. Pero si descontamos a los
menores de edad y a los extranjeros, ese 25% mengua hasta valores ridículos en
absoluto acordes con el aparato y las declaraciones contrarias a el Estado
español de estos meses.
¿Por qué no reconocer que ha sido un
fiasco, un fracaso en toda regla? ¿Por qué no reconocer que las ideas de patria
y sentimiento nacional son ya agua pasada que no mueve molino salvo para los de
siempre, aquellos que aupados en la chepa de otros se desplazan con comodidad,
para aquellos que saben pescar en aguas revueltas?
Es ya intolerable que se niegue una y otra
vez la realidad pero que esta mentira se utilice como argumento para una salida
negociada...
¿Cómo pretender que el gobierno del Estado
que esta para hacer cumplir la ley pacte la disolución del Estado arrogándose
el poder soberano e incurriendo en delito de leso Estado? Es tan estúpido como
pretender que la Iglesia Católica acepte el aborto por razones de anacronismo.
Estúpido.
¿Un grupo de cócoras, personas molestas e
impertinentes en demasía, aquí y allá, hablan de modo discrecional carente de
toda sensatez acerca de un problema político, dicen, y raudo el Estado debe
correr a solucionarlo? Que son minoría: ¿qué importa? Ellos han decidido hablar
por todos, decidir por todos, pero también que sean los otros lo que pechen con
las consecuencias. Podríamos decir que incurren en sinécdoque política al hacer
equivalente la parte al todo, la facción al conjunto de los ciudadanos. Ellos
son Cataluña. Cataluña dicen, en lugar de nosotros decimos, quiere ser independiente.
¡Ah, el día en que los clérigos dejen de
hablar en nombre de Dios y los políticos en nombre del pueblo...¡
No. No se trata de un asunto político
porque no atañe al cuerpo político en su conjunto. Se trata de un asunto de
orden constitucional que un sector de la autonomía catalana pretende
quebrantar.
Imaginemos la escena. En un vagón de un
tren con destino X, un grupo minoritario decide que no quiere seguir viajando a
dicho destino y pretenden, por razones arbitrarias, que el vagón sea desenganchado
y dejado en vía muerta hasta tanto llegue su locomotora, pero, además, que el
resto de los ocupantes corran su misma suerte. ¿Cómo puede verse aquí un
problema que no sea de índole delictiva? La imposición de un grupo sectario
sobre los demás. Un delito de suplantación de personalidad, un secuestro de la
opinión pública. Un ataque a los derechos humanos...
Un delito, pues, de lesa ciudadanía a la que
se atropella y enchiquera contra su voluntad. Inaudito y más que haya quien no
vea esto con claridad. Empezando por el presidente del gobierno que debió
argumentar contra tales pretensiones hace tiempo y llevar el tema a los foros
internacionales. Debió hacer ver en Europa y en las Naciones Unidas lo que aquí
se estaba urdiendo, una operación de marginación de la mayoría por un grupo de
muy honorables burgueses servidos por una trupe de adictos gracias a la
transferencia de la competencia educativa del Estado. Debió, valiente, recorrer
Cataluña exponiendo al pueblo llano las consecuencias para ellos de una acción
que solo a la alta burguesía catalana favorecía e interesaba, como siempre:
desde la de Pau Claris que tiene el triste mérito de hacer francesa a Cataluña
(entregó el principado a Luis XIII) hasta la de Companys pasando por la
federalista de 1873 y la de Maciá. Acciones
que lograron en total 12 días de independencia. Un éxito, pero, eso si, tras
cada levantamiento, nuevas ventajas y competencias. Lo tienen bien aprendido,
incordia y obtendrás beneficios. Algo, mucho, de esto hay tras los hechos actuales.
Y debió hacer saber que su mano no temblaría en la aplicación de la ley.
Creo que si la teoría que los apoya es el
derecho de autodeterminación de los pueblos, como ellos lo interpretan, estarán
dispuestos a aceptar, ipso facto, el derecho de autodeterminación de los
pueblos propiamente dichos. Esto es, permitir que los ayuntamientos de Cataluña
no desafectos sigan formando parte del Estado. Principiando por los del Valle de Arán que se ha manifestado aragonés y
por tanto español. Por cierto, segregado de Aragón y adjuntado a Cataluña
aprovechando la Generalitat el vacío de poder tras la muerte sin descendencia
de Martín el Humano. ¿No resulta esto razonable? Desde luego, Cataluña sería un
auténtico mosaico, pero así están las cosas.
Por último, no se me alcanza la razón por
la que el 9N fue considerado el día perfecto para tan pintoresca consulta. Tal
parece un irritante sarcasmo que el día en que se celebraba la caída del muro
de Berlín y Merkel hablaba de una “Europa unida y edificada sobre valores
comunes” aquí se intentara levantar uno. ¡Qué paradoja!
No hay comentarios:
Publicar un comentario